lunes, 10 de junio de 2013

Javier Ximens

                                    Ximens es el chico con la pegatina verde que mira a cámara como él sabe.


Sentado en la cama, con los pies desnudos sobre la piel curtida de oveja que hace de alfombra, Braulio «El Pastor» le contaba a su nieto que ahora se enranciaba todo el día allí acostado pero que no dormía, que apenas era capaz de dar un par de pestañeos.
            —Cuando yo era un zagal de tu edad, pasaba las noches en la sierra al cuidado de las ovejas en un duermevela hasta que salía la luna. Entonces, con el sonido de los cencerros y el balar de los animales, como nanas de lana, dormía hasta que Las Cabrillas iban altas.
            El nieto, sentado a su vera, con los pies colgando, le escuchaba cabizbajo. Luego observó el ventanuco que da a la huerta y sonrió.
            A la noche, cuando Braulio recolectaba recuerdos, oye el sonido de una esquila que mana por la ventana. Mira hacia el exterior y ve el lomo de una oveja recortado a la luz de una falsa luna de queso.

            —Jodío muchacho, ¡qué listo es! —dice, y al incorporarse en la cama siente en los pies la fría pizarra del suelo. 




                       Javier Ximens  -     Montes de Toledo

2 comentarios:

  1. Confieso que aún no había leído tu texto, pero que me encanta. Me declaro fan de este queso, es más, quiero uno, con relato, aunque sea sin queso.
    Un abrazo

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  2. Ja ja, así que el queso era cosa tuya (debí suponerlo).
    Eres auténtico, Ximens. No cambies.

    Besos de luna de oveja.

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