Fotos de familia
La nuestra
es una familia extraña, digna de este museo, lo cual nos supone motivo de
orgullo. Adoramos el ámbar como otros veneran a sus antepasados. Hemos dedicado
gran parte de nuestros días a coleccionar estos acíbares del destino que hablan
de la desdicha de los árboles, del suero de sus tristezas, de la exudación de
melancolía en los tiempos en que el sol se convirtió en una nube eterna sobre
el cielo de Inglaterra. Nuestros orígenes, no les cabrá ninguna duda cuando
vean la colección completa, se remontan a la época en los que los robles y
los olmos gritaron al viento su desencanto y el bosque se tapizó de resinas
engullendo todo tipo de insectos y plantas. Por ejemplo, en este trozo de ámbar
se aprecia una madreselva tratando de expulsar su polen antes de que la lava
arbórea la cubra de eternidad. Y en este otro, una rosa salvaje que
extiende sus espinas desafiando a la resina, sin éxito claro. Este, de
tamaño no superior a dos pulgadas, si se mira al contraluz, guarda las sombras
de los petirrojos que cruzaban el cielo justo en el instante de la gran
catástrofe. Y, esta magnánima lágrima amarilla que ahora les voy a mostrar, es
la más preciada de la colección, la que de verdad adoramos con pasión. Si se
acercan, pueden ver al bisabuelo que, sempiterno, nos dice adiós con la mano
mientras la bisabuela empuja a su hijo, mi abuelo, fuera de la burbuja y se
queda con su chaqueta en la mano.
Ángeles Sánchez - Mundo en un grano de arena
Un micro precioso, en fondo y forma. Como Ángeles.
ResponderEliminarAbrazo gigante y arbóreo
Jajajaja, sí es como: no, que no, que no estoy para fotos. Échate para allá que no se me ve... Qué buenos los pie de foto!!
ResponderEliminarEl micro, exquisito. Ángeles siempre los cocina de maravilla.
Un abrazo ambarino.